La importancia de SER.
Desde el lugar que sea, el nuestro, dejándonos fluir desde nuestra esencia, desde el amor por nosotros mismos, sin miramientos, sin cuestionarse, disfrutando cada paso, valorando nuestro aporte.
SER.
Tan simple como suena; tan complejo como lo que significa realmente aplicarlo en nuestra cotidianeidad.
El SER manifiesto desde su lugar más puro, desde la felicidad de respetarnos, ese es el mayor aporte que podemos regalarle a este gigante infinito que conocemos como la gran Unidad, este Todo que nos cobija todos los días y del que somos una pieza única y fundamental.
Los nenes SON, se manifiestan, se expresa, son brutalmente honestos, visten una transparencia inocente e ideal y, con ese traje, se mueven por su mundo.
Sueñan infinitos, para ellos no hay imposibles.
ENTIENDEN muy bien de qué viene la cosa amigos.
Nacen y RECUERDAN a la perfección, hasta que la mano adulta los adapta para ser socialmente aceptados.
Esa parte nuestra, ese niño inquieto, curioso y juguetón, sigue dentro nuestro.
En algunos casos más adormecidos tal vez, pero está ahí, esperando… es el que nos llama a jugar; el que nos invita a despertarnos; el que nos grita cada vez más fuerte, que no tenemos por qué adaptarnos a modelos grises ni opacos; el que nos pinta estrellitas de colores en nuestra mejillas; que nos hace chapotear en una fuente justo frente a nuestra oficina; el que no sabe qué significa el “qué dirán”.
Hoy queridos, sonrío porque mi niña interna se está despabilando, y va en busca del que cada uno de ustedes guarda en el espacio más lindo de su corazón.